Un posible futuro para eso que llamamos salud mental y las redes sociales

    Por un lado, hablando del mero hecho la existencia del vocablo "salud mental", más allá de señalar una realidad personal efectiva en la que la persona con salud mental esté en un estado de bienestar consigo mismo y con su medio ambiente, quisiera detenerme en el mero hecho de que exista tal conjunto de palabras. 

    Es decir, si buscamos hablar de salud mental más allá de la promesa de los psiquiatras de que su tratamiento contribuye de alguna manera en procurar a la humanidad ese destino, quisiera ubicar este texto en otro contexto, en el mero hecho de que se habla de salud mental. 

    Si hablamos de algo es por que al menos una persona entiende algo con esas palabras. La religión es un buen ejemplo, pues pese a que muchos seres humanos hablan de Dios, todos definen a ese ser con el cual se quieren relacionar de diferente manera. En cuestión de salud mental, es imposible prescindir de la categoría NO ACADÉMICA,  de locura para poder señalar el cuerpo de significados tanto subjetivos como sociales, o bien los discursos que giran alrededor de eso que la gente llama "salud mental".

    Hasta aquí he señalado dos ambientes, uno académico y otro común, por llamarlo de alguna manera. Y es que si hablamos de salud mental hay que señalarlo por fuerza como un fenómeno que abarca las dos formas de ver el mundo, una natural o popular y otra más complicada o académica, ubicando en esta complicación tanto la ventaja como la dificultad, si comparamos la visión académica y la natural del ser humano.  Y aún así, la visión no académica del ser humano es lo que sostiene la necesidad de una visión un poco más especializada, a fin de pulir nuestros procesos al tener en consideración más de una realidad, ya sea de un individuo o de un grupo pequeño y local.

    Es así como nos aproximamos a la salud mental no como un fenómeno puramente definido por los psiquiatras o los médicos, y dejando a un lado los diversos abordajes de la psicología. La salud mental, fuera de la academia, es definida como un grado de locura o dificultad de los individuos en establecer relaciones o tal vez meras conversaciones con la gente a su alrededor. Esta comparación entre el enfermo mental y el loco es fuertemente combatida en la academia, como si intentaran monopolizar la visión de las relaciones humanas; pero frente a los límites que se establecen o se borran en las siempre cambiantes relaciones humanas, los empeños de la academia de monopolizar el terreno de la locura y borrar su asociación con la discriminación y el aislamiento de aquellos seres incapaces de hacerse entender, lleva a los profesionales médicos del área de la salud mental a un aislamiento muy similar que aquel aislamiento típico de sus pacientes. Bien podríamos decir, la locura es una forma de monopolización, tanto del lenguaje, del significado como de la verdad de un sujeto o de su tiempo. Una cerrazón por motivos ideológicos, emocionales, políticos o académicos, que lleva a sus portadores al aislamiento y a ejercer de vez en cuando una forma de violencia hacia sus semejantes, al verse confrontados con una diferencia insuperable entre aquellos portadores de vivencias y significados incompatibles entre sí. El área de estudio de los profesionales de la salud mental y sus servicios no solo se ven rodeados de estigmas, sino que sus mismos conocimientos se ven limitados en su utilidad visible frente al conjunto humano y su infinita capacidad de redefinirse; y pese a una aparente inocuidad o inutilidad de los servicios en salud mental, en las redes sociales vemos cada vez más jóvenes que comparten en sus perfiles su autodiagnóstico de alguna enfermedad mental. 

    Algunos jóvenes han encontrado en estas condiciones digitales, ya sea que hayan sido diagnosticados por un profesional o autodiagnosticados por identificar en si un sentimiento, situación o pensamiento particular, una fuente de identidad o incluso muestras de simpatía o hasta el motivo de la adhesión a determinados grupos de apoyo o de autoayuda. "Nadie entiende que todos los que tenemos TDAH siempre seremos así...", he visto en al menos cinco perfiles de Tiktok, o bien los videos "¿Cómo saber si tienes TDAH?", seguido de un conjunto de rasgos o caracteres que uno bien puede evaluar como presentes o ausentes en la vida propia o ajena. Y he escrito TDAH, trastorno de déficit de atención con hiperactividad, por mencionar un trastorno psiquiátrico; pero lo mismo ocurre con la depresión, la disforia de género y la ansiedad. 

    Por un lado me llama la atención que hay gente que no se aproxima a la enfermedad mental desde el estigma de la locura, o será que esa figura de locura ha perdido cada vez más su relación con lo peligroso o lo extraño. Siendo esta adopción voluntaria de un diagnóstico clínico evidencia más de un mundo cada vez más extraño por la influencia de las redes sociales, donde podemos ver literalmente de todo, siempre y cuando tengamos los contactos adecuados y la necesidad de ver algo en particular. Y pese a este amplio marguen de posibilidad de ver u oír contenido, terminamos siendo asombrados por un video corto donde la naturaleza humana se muestra nuevamente como nuestra principal fuente de extrañeza. El "cómo puede eso ser posible" se eleva como el juicio más próximo ante la actividad de un sujeto, que curiosamente encuentra un eco a su particular extrañeza en las redes sociales. Ahí lo "loco" como sinónimo de "singular" o "único" puede ser un factor positivo, que lleve a una persona a la anhelada popularidad entre sus semejantes.  

    Pero alejándonos un poco de la respuesta de las masas digitales, siempre hambrientas de algo nuevo y original, me acerco nuevamente a la academia y su relación con la locura humana. 

    En particular, quiero aproximarme a la relación entre las universidades y los gobiernos y empresas del mundo. Los gobiernos en cuanto a organizaciones sociales más o menos estables en un punto del globo en un momento en particular de la historia de una sociedad, y las empresas como aquellas agrupaciones que atienden efectivamente una demanda particular de la sociedad que en su conjunto de necesidades dan forma a los gobiernos. Es decir, mientras que la sociedad manifiesta una necesidad, esta será atendida por gobiernos o empresas particulares, siempre que la necesidad pueda ser definida de tal manera que se establezca un proceso específico, por ser efectivamente ligado como un alivio a una necesidad.  En estas definiciones es donde se encuentra la importancia o el valor de las universidades y sus profesionales, quienes por sus estudios son capaces de señalar tanto el origen de una necesidad, como los recursos que como individuos o sociedades tenemos para atender tal o cual necesidad. Esto en un campo más basto, es decir las muchas necesidades de un ser humano en un momento dado, da lugar a las organizaciones gubernamentales en cada sociedad en cada país del mundo. 

    O bien, tenemos a una sociedad que se desenvuelve en diversos lugares del mundo, incluyendo dentro de su espectro de actividades las redes sociales. En esta interacción entre el sujeto y sus semejantes, independiente del campo de acción, habrán interacciones que lleven a un lugar o al otro, al momento en el que los individuos establezcan un conjunto de condiciones que consideren aptas para su existencia. A este registro y control, tanto las organizaciones gubernamentales como las internacionales (ONU) no pueden sino ser testigos pasivos del establecimiento de criterios reguladores para tales interacciones. Los requerimientos administrativos y la misma definición de ser humano como un individuo autónomo limita la intervención de autoridades locales o internacionales a fin de determinar lo que pasa y debería pasar en la vida de un ser humano. Si, existen los derechos humanos, pero quedan como un planteamiento hipotético de una realidad humana, mucho antes que ser una realidad efectiva en la vida humana; al no existir una relación real entre anhelo y hecho. De forma tal que podríamos hablar de tal o cual gobierno del mundo que violenta los derechos humanos de sus ciudadanos, cuando en el mundo económico parece regir una sola ley, que podríamos denominar como una economía del egoísmo, sin pretender hacer que desaparezca por el solo hecho de nombrarla. Dicha política económica del egoísmo es lo mismo que lleva a los jóvenes a encontrar un refugio en la enfermedad mental para atacar con el sustantivo de "intolerante" o "inculto" a todos aquellos que "no entienden" que "están enfermos", justificando así cualquier falla o incapacidad, hallando un refugio no en la enfermedad diagnosticada, sino apropiada. Cuando señalo una política económica del egoísmo, me refiero a una consecuencia lógica del narcisismo infantil, o bien la única postura posible para todo aquel que quiera sobrevivir en un mundo al parecer carente de lógica. Una postura que bien puede imponerse a las autoridades médicas, locales o internacionales. El sujeto humano no tiene que esperar un diagnostico para decir "me siento mal" y hallar dentro del discurso médico y el vacío teórico y práctico de la salud mental, los motivos por los cuales es injusto pedirle algo, pues "está enfermo".

    Puesto que no necesitamos de estudios en economía para decir "tengo hambre", la posibilidad de identificación dentro de la redes sociales pone también de manifiesto aquella necesidad humana de encontrar un eco de la realidad propia en otro punto del globo. Hablamos de otra forma de economía que busca la mayor empatía en el discurso o persona del otro, siendo fundamental para aquellos que buscan un algo que eso se halle desde el lado de la simpatía como del lado del odio. O bien, si he señalado una economía del egoísmo, que podría aparentar una tendencia mía a la condena de los modelos económicos, es en la creciente tendencia a hallar un refugio en la enfermedad mental donde puedo señalar la doble naturaleza humana que buscará tanto amigos como enemigos entre sus semejantes. Tanto el amor como el odio, independientemente de la naturaleza del discurso o del contenido de aquel. O bien, todo parece indicar que sin importar lo que hagamos, algunos nos amarán y otros nos odiarán, por el simple hecho de ser. Y ese ser parece que está condenado a la eterna producción, pues ahí donde la psiquiatría señala un fallo del sujeto donde aquel no produce un dolar, aún en los casos más descabellados, ese vacío significa algo para quien lo construye. 

    La actividad en las redes sociales puede servir para determinar un perfil particular de intereses e interacciones de un individuo. Estos perfiles pueden servir para evaluar la calidad de vida y los aportes que una persona hace tanto a su circulo social más próximo, como a la sociedad en general; permitiendo hacer evaluaciones con un cierto nivel de certeza sobre el valor intrínseco y futuro de tal o cual persona, a cargo de tal o cual perfil. Siendo así, en la medida que un perfil de cualquier red social sería un fruto directo de un individuo, sus intereses y actividades; falta poco tiempo para que la psiquiatría se automatice y hasta deje de ser una actividad humana el diagnóstico y pronostico de "problemas mentales". En lo cual encuentro un gran alivio, pues si la tecnología evoluciona de tal manera que no necesitemos a la psiquiatría para decirnos lo que ya sabemos, que todos estamos locos en cierta medida, el problema central al que apunta la salud mental será atendido y corregido con simples recordatorios a nuestros dispositivos móviles. A excepción tal vez de aquella responsabilidad que queremos evitar asumir en nuestras decisiones, ahí donde no hay ni un Dios que nos pueda salvar de hacer o dejar de hacer, de querer u odiar a alguien, incluyéndonos a nosotros mismos. Y frente a ese vacío también la actividad de las inteligencias artificiales puede apoyar en recordarnos que nuestros padres pudieron ser a veces odiosos o a veces no pudieron darnos lo que queríamos, pero existe todo un mundo de locos que bien podrían darnos aquello que papá o mamá no quisieron o pudieron darnos. Todo para poder ubicar que tal vez seamos nosotros quienes seamos incapaces de ser y estar satisfechos con nosotros mismos. Y en eso no hay ni pecado, ni es locura; sentirse mal no es sinónimo de estar enfermo. Puede simplemente que no hemos buscado lo suficiente, dentro o fuera de nosotros mismos. O puede ser que estar molesto es parte de nuestra naturaleza, cultural, familiar, personal... no lo sé. 

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