Una respuesta al conductismo desde el psicoanálisis

    Parte de esta respuesta se estructura a partir del discurso de los representantes del conductismo para el año 2023, tomando como base un artículo llamado "¿Qué es conducta?" por Estere Freixa y cuyo link aparece a continuación. 

http://www.aepc.es/ijchp/articulos_pdf/ijchp-89.pdf

    Recomiendo fuertemente leer el artículo en cuestión, antes de seguir con esta respuesta. Teniendo en cuenta que el autor de aquella hace uso del lenguaje de forma característica, tanto a su experiencia de vida como a su contexto histórico y cultural. Dicho esto, y esperando que los lectores del presente artículo puedan concebir diferencias fundamentales en los exponentes de diversas escuelas del pensamiento psicológico, continuaré mi comentario. 

    El autor de "¿Qué es conducta?" no se da cuenta de que todo el artículo trata sobre las causas finales, es decir que pretende ahondar en terrenos de la creencia, como tratando de convencer a la gente de ver el mundo como él lo ve. Y a esta tendencia, que pienso yo es inadvertida, se añade otra implicación, pues al tratar de definir su objeto de estudio y así sustentar el carácter científico de su fe; desacredita tanto al sujeto del conocimiento, como se enemista a muerte con toda forma de religión. Con sujeto del conocimiento quiero decir que todo ser humano tiene una relación específica con el conocimiento, y bajo ningún término el autor reconoce en todo su discurso qué su conocimiento y postura frente a la vida misma es solo una postura de un infinito de posturas. Es como si dijera a través de todo el artículo, "yo soy la ciencia, sométete a mi" y al mismo tiempo "sólo el conductismo es ciencia, sométete a nosotros".

      En otras palabras, luchando por ganar terreno en lo que se entiende en el mundo académico como "ciencia", el autor llama mentirosa a la religión y atropella el criterio de todo el mundo que no se llame a sí mismo "científico conductista".  Y es que mientras argumenta "las piedras no caen por su propio peso" y "los hombres y las mujeres no mueren por que son mortales" no puede admitir que las afirmaciones pueden ser ciertas y falsas al mismo tiempo. Afirma categóricamente que posee La Verdad y es capaz de contradecir la lógica de estas frases. En otras palabras, monopoliza la verdad. Probando así que la conducta... ¿no es una propiedad del organismo?, ¿es omnipresente? La verdad, por momentos el autor no puede seguir una línea de pensamiento clara y el objetivo de su escrito parece difuminarse. En todo caso, si la declaración del autor "la conducta es omnipresente" fuera verdad, entonces la conducta no existe, pues no puede separarse e identificarse o clasificarse como una categoría ontológica o del ser del objeto. Es decir, si he entendido bien el texto, puedo seguir el pensamiento del autor afirmando que "las cosas no hacen, sino que son". Que llevado a un término jurídico y social, permitiría sostener el dicho "yo no soy ladrón porque robé, sino que robé porque soy ladrón". La diferencia entre esta construcción linguística, es poder declarar una relativa inocencia del ser humano y una voluntad del "científico conductista" de separarse del potencial "negativo" del ser humano. Es decir, "yo soy lo que soy, sin importar lo que puedo hacer".

    Lo delicioso, al menos para mí, es seguir el hilo del dolor humano del autor. "La mente no es mental" dice, queriendo señalar que la mente es sólo y únicamente conducta, por siempre y para siempre; porque él así lo dice. No hay fantasías, no hay pensamiento, no hay sueños, no hay sensación o placer; TODO ES CONDUCTA. 

    Escribe sobre verbos y cómo estos denotan acciones, pero no menciona ningún verbo que señale el evento subjetivo del sentir, por ejemplo "doler" o "gozar". Su argumento consiste en condenar los usos lingüísticos, como: "No se dice "me duele la muela", pues la muela no puede darte dolor... no tiene terminaciones nerviosas, pues (la muela) es puro calcio". Lo cual pone en evidencia que el recurso de la ciencia académica es la represión de la libertad del sujeto que habla, como si la ciencia fuera una cancelación del uso de la lengua para poner en evidencia que quien tiene razón siempre es y será quien tiene un título universitario. Y luego de su condena por el uso lingüístico, parece no notar como se exhibe y destaca el orgullo de la comunidad científica, la separación de su comunidad de aquellos incultos que dicen esa clase de estupideces. Esto es, al final, lo que los hace un culto; una especie de inquisición de corte académico. "Si no tienes un título universitario, tienes todo mal. No hablas bien, no piensas bien. Déjame corregirte, las muelas no pueden doler". Para luego rematar con palabras que lo vuelven a separar del resto de los mortales: "tautologización", "reificación". Todo en afán de negar una posible tendencia o naturaleza de la humanidad. Como si autor dijera:

    "No, no es así, ¡¡¡NO SOY ASÍ!!!!... MALDICIÓN, ¡¡¡¡NO SOY ASÍ!!!"

    Una condena disimilada a la naturaleza infantil y a la infancia misma. En otras palabras:

    "Niño, estas mal por ser niño, yo te mejoraré".

    El siguiente ejemplo me encantó, por la atribución de un dolor que yo mismo hago sobre el decir del autor. 

    "Pablo martiriza animales porque posee un elevado grado de sadismo... eso no constituye una causa de la conducta observada". 

    Aquí encuentro una enajenación, una separación, un acto de "no quiero ver eso" del autor hacia su propia naturaleza. Enajenación típica de la teoría cognitivo conductual. Como si dijera en su hilo de pensamiento "el sadismo no existe como sustancia y por lo tanto no explica nada PORQUE YO NO QUIERO RECONOCER MI SADISMO", y como él mismo venía observando, si él no lo ve es porque no existe, no porque no quiera creer en eso, sino porque como él no lo ve, eso no existe. Y nuevamente, argumentando la no existencia por la negación del sujeto que él mismo es por el simple hecho de ser un ser humano: sujeto del lenguaje y sujeto del conocimiento. 

    Todos podemos decir lo que queramos de nosotros mismos, pero negar la posibilidad de un goce en el otro, que es al final lo que el autor no quiere y no puede reconocer, es simplemente empeñarnos en negar la experiencia subjetiva. De la cual no solo podemos dar cuenta desde la experiencia del diván, sino desde la vida cotidiana. Existen sueños que nos despiertan, pues su posibilidad nos lleva a un goce que nosotros no podemos permitirnos. 

    Siendo así, esa lógica de "si no lo veo no existe" es algo que nadie que haya pasado por un diván puede sostener, y que tiene también relación con la creencia o la fe a la que, sin darse cuenta, el autor convoca con su escrito. No es sólo una cuestión del hipotético sadismo de "Pablo", masoquismo o lo que gusten que puede estar experimentando alguien. Básicamente, todo adjetivo activo o pasivo, masculino o femenino queda fuera de la visión del autor sobre eso que caracteriza a su objeto de estudio. Como si dijera "yo no estudio seres humanos, yo estudio la conducta".

    Impulso, deseo, fantasía, sueños; nada de eso importa cuando hay actos y argumentos para reducir todo lo que no se ve a la conducta. La clase de desesperación que pone en evidencia el autor del ejercicio de un poder es manifestada por su condena al uso de adjetivos. Está enemistado a muerte con la posibilidad de hablar INCORRECTAMENTE, según su propia opinión. 

    Y ahora, lo que me convoca a este escrito. 

    "...psicólogo tradicional o psicoanalista". 

    Es decir, para él todo psicólogo es un psicoanalista. Asombrosa e inquietante declaración, pues parece apuntar a situaciones radicalmente diferentes entre los profesionales de la psicología en Francia y en México. 

    Le hablaré al autor desde una sociedad distinta a la francesa, en México y al menos en mi contacto y conocimiento con profesionales de la psicología, aquí yo como psicoanalista soy la excepción; la gran mayoría de mis colegas en la psicología se dicen "cognitivo conductuales", aunque tristemente debo señalar que no he escuchado a uno solo de ellos hablar del artículo u obra que yo, desde el psicoanálisis, cito. Y he de añadir que, por lo demás, su idea de que un psicoanalista es "un sujeto que va por lo profundo para curar la causa de los síntomas" es un poco limitada desde el punto de vista lingüístico e histórico. 

    Para empezar, no parece reconocer que Freud usó la palabra "profundo" para referirse a aquello de lo cual usted no quiere hablar, aunque también sería justo decir aquello que usted reprime en usted y en los demás. En segundo lugar, no veo rastros de una, tal vez imposible, lectura de Lacan. Siendo posible que yo formule las siguientes preguntas, de acuerdo a la lógica que expone asociada con el psicoanálisis ¿Cómo curamos la sexualidad?, ¿hemos de eliminar el goce sádico o masoquista?, ¿deberíamos curarlo? Me temo que no, no a ninguna de estas preguntas. Pues aún un goce perfectamente analizado, hablo hipotéticamente, tomará partes del individuo y del mundo para explotarlas. Me refiero a una hipótesis del análisis como una forma de cura, en la cual si pudiéramos aislar el goce humano sobre la actividad o la pasividad, el mismo goce cuenta entre sus elementos con una plasticidad que lo hace imposible de atrapar. Pienso yo que sería mejor gozar el goce, antes que buscar cancelarlo; pues de enemistarnos con el goce como herramienta humana, estaríamos cancelando el eje de adaptación de la humanidad. En otras palabras, debemos al goce sexual omnidireccional nuestra supervivencia como especie. Si pudiéramos cancelar el goce en el ser humano, ¿para qué vivir? Y no, los medicamentos no pueden llevar a todos al goce. El goce es una creación subjetiva, personal. Por ejemplo, la pelea del autor con los sustantivos.

    "De hecho los tres "síntomas" que acabamos de enumerar no son síntomas sino signos. Pero dado que cuando se debate acerca de esto siempre se habla de síntomas, vamos pues a seguir la tradición" (p. 609)

    Se revela, pero se somete. "Eres estúpido, pero te voy a obedecer". Oh, neurosis, como haces falta en los cuadros diagnósticos. 

    Queridos lectores y queridas lectoras, siempre que hablamos del símbolo hablamos del cuerpo. El cuerpo no es el lenguaje, pero el fenómeno del lenguaje tiene más que ver con nuestra construcción del orden sobre nuestra experiencia corporal que con nuestras "capacidades cognitivas". La gran mayoría de la humanidad seremos capaces de un cierto grado de comprensión, cuando la diferencia entre nuestras experiencias personales debería hacer imposible la comunicación. 

    Hacia el final del artículo, el autor llega a un punto nodal de la práctica del psicoanálisis. Por la lectura del apartado "El vacilo de Koch existe", cito:

    "En ausencia de cualquier conducta (incluso privada) sádica, ¿quién se atrevería a catalogar un individuo como sádico? Nadie, evidentemente; puesto que, en caso contrario, todos ustedes, COMO YO, podemos ser diagnosticados como sádicos latentes, masoquistas latentes, asesinos latentes, etc."

    Recordemos que el autor llama "conducta privada" a lo que es conducta... sin ser conducta. A ese nivel lleva su lógica. Porque él sí se da permiso de usar el lenguaje como él quiere, nosotros no podemos. Y de paso nos recuerda que la posibilidad de diagnostico de una enfermedad mental o condición puede echar a perder la vida de una persona, aunque no recuerdo que los manuales señalen la perversión sexual como una categoría de enfermedad mental. Al menos no los manuales modernos, no así las primeras versiones tanto del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) como del CIE (Clasificación Internacional de las Enfermedades). 

    Siendo así, según el autor, sólo un "simple e inocente" psicoanalista se atrevería a sostener semejante atrevimiento, llamar a la humanidad entera "asesinos en potencia". Vaya atrevimiento, vaya locura: decirse a sí mismo asesino y nunca haber matado ni a una mosca. Esta ceguera cognitivo conductual pone en evidencia una dimensión del alma humana que rebasa por mucho la lógica y perspectiva de la aproximación conductual: que los actos pueden ser símbolos. O bien que, en mi inocencia legal, puedo ser el peor ser humano que haya existido; al menos en mi opinión. Nuevamente negando que el ser humano tiene derecho a ver, pensar y sentir, independientemente de la realidad objetiva, independientemente de los aparatos legales e independientemente de mis actos. Yo determino el sentido de aquello que hago y que no hago, aunque pueda yo prescindir del conocimiento de semejante sentido. Yo diré y sentiré al respecto de mí, lo que pueda y quiera; pues me conozco hasta cierto punto. Seré capaz de sentir culpa, sin querer saber por qué. Puedo ser para mí mismo peor que Calígula y en realidad ser más inocente que muchos Papas. Siendo así, el sadismo existe en mi como posibilidad, porque alguna vez pude notarlo. Y su texto, ciertamente me lo hizo notar. Leerlo revolcándose en su dolor, el dolor de no ver su cosmovisión generalizada, de no ver futuro a su ideología, de no encontrar sentido al monopolio de la ciencia y del conocimiento. La humanidad vive y bien puede la humanidad entera seguir desconociendo su relación con el goce sexual, cualquiera que sea este en su forma o fin. Es esta posibilidad lo que me da esperanzas, no de ver alguna vez al psicoanálisis como la única disciplina reconocida por los estados del mundo capaz de dar cuenta del lugar del goce en la dinámica humana; sino de vivir libre de aquellas regulaciones espantosas que pretende la psicología cognitivo conductual. No es un asunto de "hablar bien" o "pensar bien", la humanidad en su conjunto es más libre de lo que le gustaría aceptarlo. 

    Lo que me regresa al punto de partida: Las causas, la existencia. 

    Los conductistas no son enemigos de los psicoanalistas, sino de la religión y del ser humano libre en general. Y como enemigos de la libertad, su enemigo es todo aquel quien compite en el mismo nivel, quien tiene el mismo objetivo: CONTROLAR A LA HUMANIDAD. 

    Como si la humanidad no se controlara a sí misma. Como si necesitáramos de otra religión. 

    "La máscara no es el rosto", dice el autor. ¿y eso qué importa si la máscara permite al espectador sentirse vivo por el acto teatral? Para luego pedir a sus lectores "imaginar". ¿Eso es conducta?, ¿imaginar es conducta? Creo que el autor lo define como "conducta privada", aunque con esa categoría parece querer asumir que existe eso que no puede ver o registrar. Como la pupila clavada del poema de Bequer, aunque ya nos regañó a todos por usar el lenguaje. Me parece que su cita del poeta es la cancelación de su propio goce sádico al enseñarnos a hablar. 

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